viernes, 14 de marzo de 2014

La presencia de la mujer en la ciencia ficción.

Tradicionalmente, la ciencia ficción, estaba dirigido a un público masculino, sobre todo cuando en este género se añadía ingredientes de terror, de acción y de aventura. Por lo tanto, los personajes femeninos solían ser criaturas débiles e indefensas, que normalmente eran capturadas por el villano de turno, para que el héroe demostrase su valía y su arrojo en un rescate de proporciones épicas.
Supongo que por este motivo, la mayoría de las chicas no se sienten seguras cuando entran en una tienda de comics o en una librería especializada en este género.
Pero yo soy uno de esos autores que apuestan por esa tendencia de que la protagonista sea mujer. Es cierto que suelo usar este recurso como gancho sexual para atraer al lector masculino, como es el caso de "La Asesina Escarlata", donde la protagonista luce palmito en la portada. Sin embargo, lo cierto es que fui criado entre hermanas, que hoy en día son mujeres fuertes e independientes. Por esta razón sé que si una mujer quiere prosperar en un mundo de hombres, tendrá que esforzarse por ser mejor que ellos.
Los precedentes que argumentan esta decisión son muchas. Tenemos a la teniente Ripley de la saga de los Aliens, a Trinity, de Matrix, a Padme Amidala y Leia Organa de Starwars, a Laureline, la eficiente compañera de Valerian, a la mayor Kusanagi, de Ghost in the Shell, a Lara Croft de Tomb Raider...
Esta lista es aún más larga, pero el logro de estas mujeres no es que atraigan al público masculino. La verdadera hazaña de estas heroínas, es que consiguieron que el público femenino se interese por este género, ya sea porque se veían identificadas con ellas, o porque demuestran que una mujer puede enfrentarse a los mismos peligros que un hombre, tan bien o mejor que ellos.
De ahí, los gustos de Winoma Rider, Zoe Saldana o Moon Bloodgood, que son seguidoras confesas del género de ciencia ficción, y siempre que pueden, aceptan trabajar en este género.
Por esta razón, el protagonista de "El planeta de la noche eterna" es de género femenino, para atraer a las lectoras. Es una oficial de seguridad que tiene que enfrentarse al sabotaje de su nave espacial, y lo hace tan bien como un hombre (bueno, un hombre se hubiera desmayado después de haberse quitado la bala de la pierna).
Y lo mismo sucede con "La Asesina Escarlata", que el protagonista, al tener amnesia, una de las primeras cosas que descubre es que es una mujer, que no deja de ser una metáfora del hecho de que uno no decide nacer siendo de un sexo o del otro.
Y también está el caso de la "Ninfas del Infierno", pero al ser un relato tan erótico y festivo, está claro que mi intención es más bien, atraer a los hombres al género de ciencia ficción.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Sobre tecnólogos contra las fuerzas de la naturaleza.

Una de las razones por las que he escrito esta novela, fue para tratar un tema que debería preocupar a cualquier ciudadano del hemisferio desarrollado del planeta. Las dificultades que un ser "civilizado" tiene que afrontar cuando se enfrenta a un territorio inhóspito y salvaje.
Es el caso de los mercenarios que protagonizan "El Polizonte del Philadelphia". Es cierto que son rudos soldados, que han peleado en contiendas cruentas, que se han endurecido con experiencias muy crudas. Pero sin embargo, siguen siendo seres humanos que dependen en gran medida de su tecnología para subsistir. En el fondo, no se diferencian tanto de cualquier ciudadano que se crió en el seno de una sociedad desarrollado, que se vería perdido si de pronto, se encuentra en medio de la selva del amazonas, de una isla desierta, o del Sahara. A estos mercenarios de un futuro lejano, de una avanzada era espacial, tienen el mismo problema cuando tienen que cumplir su misión en un planeta dominado por dinosaurios. Por esta razón, tienen que recurrir a los servicios de un guía local (que por cierto, es el mejor personaje de toda la novela).
Gracias a este guía y a sus consejos, los mercenarios aprenden enseguida a subsistir en ese mundo primito. Cosas como que no hay que molestar a los grandes herbívoros territoriales, que no hay que temer a los grandes cazadores (porque solamente comen presas de su tamaño), o que hay que pasar las noches en las copas de los árboles para evitar que los depredadores nocturnos te devoren.
Y una vez aprendidas estas normas, estos mercenarios ya están preparados para enfrentarse a los verdaderos enemigos; los humanos enemigos que forman el otro grupo.
Y esta idea, la de los seres humanos que tienen que subsistir en un territorio hostil, la he repetido en mi nueva novela "El planeta de la noche eterna", que por otra parte, es una precuela no oficial de "El Polizonte del Philadelphia".
En esta ocasión, los protagonistas son civiles, pasajeros de una gran nave que sufre un misterioso accidente que les obliga a aterrizar en  un planeta vagabundo, un planeta que no pertenece a ningún sistema estelar, y que por lo tanto, siempre es de noche.
Y además de que son civiles, y por lo tanto, sin nociones previas de supervivencia, tampoco hay un guía que les pueda ayudar. Y para colmo, no tardan en descubrir que el accidente que han tenido era un acto de sabotaje, perpetrado por un grupo de terrorista que hasta entonces, se había camuflado entre el pasaje.
Así que, estas líneas serán, por tiempo indefinido, mi última entrada en este blog...
Si les interesa seguir la divagaciones de este soñador que quiere ganarse la vida como escritor, no se pierdan el blog de "El planeta de la noche eterna", que abriré próximamente.

jueves, 29 de agosto de 2013

Lo que aprendí en el curso de guión, parte 2.

Otra cosa que aprendí en el curso de guión fue el concepto de rentabilidad, que lo que el guionista escriba tiene que ser un proyecto que además de ser viable, tiene que generar beneficios a las productoras. O en otras palabras, que un guionista en España, tiene que saber de antemano lo que costaría (en valor monetario), llevar su proyecto a la pantalla.
O en otras palabras, en España (como no existe una industria audiovisual), los guionistas estamos obligados a ser contables.
Cuando me enteré de esta problemática, me quedé estupefacto.Me pregunté si Roberto Orci, guionista de Transformers, entre otros, tuvo que enfrentarse a este problema, si Spielberg le rechazaba los primeros borradores porque decía que era demasiado caro...
Pero allí, en Hollywood, al existir una industria del entretenimiento, los guionistas novatos no se enfrentan con este problema. Pueden llenar sus escritos de toda clase de seres fantásticos sin correr el riesgo de que sus guiones sean rechazados porque no parecen rentables.
Es más, en España, un guionista que quiere presentar su proyecto a una productora, tiene que ser él mismo el que se encargue de ello. A diferencia de Hollywood, aquí no existe la figura del representante del guionista, que se encarga de estos asuntos (que por otra parte, tiene su lógica, pues por naturaleza, los guionistas tendemos a ser personas cohibidas e introvertidas).
Y además, como aquí no hay industria, las productoras asumen que tampoco hay directores competentes (de esos que resuelven todos los problemas que surgen durante un rodaje), y por lo tanto, los guionistas que ya están contratados, tienen que estar disponibles durante la realización del proyecto, pues se les pide que hagan cambios en el guión para solventar algún imprevisto que surgiese durante el rodaje.
Con este panorama, vi claro por qué la producción en España es de carácter clónico. Cada vez que aparece un guionista con ganas de innovar, de hacer algo nuevo, de crear cierta industria, se desprecia su trabajo, al considerarlo poco rentable, o no es valorado por culpa de una presentación pésima, o en última instancia, se modifica por culpa de una dirección incompetente.
Por estos motivos, decidí dedicarme a la escritura, porque al parecer, aunque reboso de imaginación, mis proyectos no son rentables, y por lo tanto, a mí me resulta más rentable ser escritor de novelas que de guiones.
Ah, y por cierto, para que me resulte rentable, necesitaré lectores.
Lean "El Polizonte del Philadelphia". No se arrepentirán.

viernes, 2 de agosto de 2013

Sobre TV contra Wii.

En estos días de descanso, que los paso viendo películas en televisión (mientras trabajo con mi siguiente novela, que un escritor tiene que trabajar siempre), me he fijado en un fenómeno que podría ser preocupante...
Cada vez que alguno de mis sobrinos viene de visita, me piden siempre lo mismo; ¡Tito, ven a jugar con nosotros a la Wii!
Claro está que acepto (siempre acepto) y me paso el día jugando con ellos a la consola. Y es pasando el tiempo de esta manera cuando un servidor se da cuenta de este fenómeno. Los niños de hoy en día, no ven la televisión.
Y recuerdo perfectamente que cuando era pequeño, siempre me decían que saliera afuera, que leyera alún libro, que no me pasara el día viendo la televisión.
Pero es que hoy en día, a mis sobrinos hay que decirles que salgan afuera, que vean alguna película por televisión, para que no se pasen el día con la Wii.
¿Significa que me estoy quedando anticuado? ¡No, no lo creo! De hecho, si mis sobrinos siempre me invitan a jugar con ellos, es porque yo les ayudo a superar los desafíos que se presentan el videojuego de turno. Y además, yo no tengo tiempo para jugar yo solo a la consola, teniendo una vida laborable tan laboriosa [que por cierto, no se me paga lo suficiente (¡Lean mi libro, por favor!)].
Pero esta situación me recuerda a lo que se vivía a principios del siglo pasado, que cada vez que se encontraba que una persona se pasaba la vida con los ojos pegados a las páginas de los libros, también se le decía que dejara de leer, que saliera afuera.
Y hoy en día sucede lo mismo con las consolas y las tablets. Y si yo trabajara en el mundo de la televisión, me preocuparía, porque parte de la culpa de que sucedan estas cosas es de las empresas dedicadas al entretenimiento audiovisual, que con los contenidos que producen, están consiguiendo repeler a las nuevas generaciones de la televisión, que se refugian en los paraísos virtuales del principios del siglo XXI, donde un jugador encuentra las emociones y los desafíos que no encuentran en otros medios.
No obstante, yo escribo para este tipo de público, que están aburridos de ver siempre lo mismo en televisión, y se enganchan a cualquier historia que les hagan hervir la sangre con la adrenalina, y que también les hagan pensar.
Y es el caso de "El Polizonte del Philadelphia" (Por favor, lean mi libro, bis), una trama de dinosaurios extraterrestres y mercenarios futuristas, que encajaría perfectamente como argumento de uno de estos videojuegos que se hacen hoy en día.

domingo, 28 de julio de 2013

Sobre los tópicos de las películas de aventuras de los 50.

A menudo, cuando estoy escribiendo una historia, introduzco episodios enteros nuevos, es decir, pequeños relatos que surgen dentro de la corriente narrativa principal, que ayudan a enriquecer y dar continuidad al cuento que escribo.
Es el caso del puente colgante que aparece en mitad de mi novela, que a su vez apareció de la nada mientras elaboraba el primer borrador de "El Polizonte del Philadelphia".
La cosa surgió porque necesitaba que los protagonistas pudieran ganar distancia en la carrera por los restos del Philadelphia con respecto a los antagonistas. Así que puse en medio de la selva un accidente geográfico insalvable, un gran cañón muy ancho y mucho más profundo,horadado por un río durante millones de años. Y la manera más rápida de cruzar ese cañón de un borde al otro, era a través de un puente colgante.
Y sí, lo admito, es el típico puente colgante que aparece en todas las películas de aventuras de los años 50, esa construcción hecha con tablas y lianas que se cae a pedazos, que se pasa mucho miedo al usarlo, y que al final siempre se rompe, dejando a algún que otro personaje colgado del borde del precipicio.
Y he de añadir, que si llegué escribir esta capítulo, fue por otro motivo más personal; y es que yo mismo crucé un puente similar en la vida real.
No,no hace falta que se imaginen a un servidor formando parte de una expedición en Sudamérica, África o algún otro lugar exótico de nuestro pequeño y hermoso planeta.
Fue en una excursión, en mi último año universitario, al valle de Burbia en los Ancares Leoneses.
Resulta ser que un día ascendimos por una de sus montañas, y para ello tuvimos que cruzar varias río, que a esas alturas de su curso no era más que un regato. Y al ver el primero de esos puentes, hechos con tablas húmedas y casi mohosas, con una única barandilla de palo, mi comentario (y el de alguno de mis compañeros) fue "Esto se parece al típico puente colgante que aparece en todas las películas de aventuras".
Ahora bien, es cierto que no había mucha caída, y que el puente era muy corto. Pero estábamos en Febrero, el agua era muy fría y las dichosas tablas parecían podridas por dentro. Y además, como ya dije antes, tuvimos que cruzar varias veces ese río, y cada nuevo puente que nos encontrábamos, era peor que el anterior. Llegué a desear haber traído mis botas de agua para vadear directamente el río, y así, no tener que probar suerte con los dichosos puentes rústicos...
Y es que los tópicos son tópicos por una buena razón; porque suceden en la vida real.
Y así fue cómo surgió uno de los mejores capítulos de mi libro.

viernes, 26 de julio de 2013

Sobre el ansia de viajar.

Uno de los motivos por los que quiero dedicarme a esto de contar historias, es porque el mundo real me resulta aburrido o deprimente. De hecho, cuando escribo me olvido de todos mis problemas cotidianos, o en otras palabras, me quita el dolor existencial propio de todo ser humano.
Y es que me he criado en una granja, prácticamente aislado de otros seres humanos. Mis únicas vías de escape eran la televisión y mi imaginación.
Y así, gracias a mi imaginación, puedo viajar a otros mundos, o incluso, a otros universos. Y todo ello sin los inconvenientes propios de un viaje real (que si no se come, que si se pasa frío, que si se pasa calor, que si nos roban, que si no me adaptado al cambio horario, que si nos atacan, que si la nave espacial se avería, que si nos meten presos...).
Y yo escribo para lectores que también tengan esta inquietud, que les gusten viajar, pero no sufrir estos engorros. Y además, les llevo a lugares donde es imposible llegar con la tecnología actual. Mundos con más de una luna, con anillos, habitados o deshabitados, con soles rojos o azules, con cielos extraños, flora y fauna exótica... Y todo ello por un precio mucho más inferior que si el lector tuviera que embarcarse en una nave espacial.
Eso sí, me encargo de que estos viajes tan fantásticos sean lo más creíbles posibles. Pues allá arriba, en otros sistemas estelares, hay mundos con civilizaciones semejantes a la nuestra, o habitados por dinosaurios, o por hongos, o por seres artificiales, o por criaturas que son tomadas por dioses...
Y ya que van a empezar las vacaciones para mucha gente, (y se acaba para tanta otra), os recomiendo que viajéis a Saurius IV, el planeta de mi novela, "El Polizonte del Philadelphia", que os aventuréis en sus selvas y desafiéis sus peligros, y los de otros alienígenas de estos parajes tan primitivos. Además de aprender a sobrevivir en este planeta, también podréis averiguar por qué se estrelló el Philadelphia, y de paso, descubrir la verdad oculta sobre los astronautas primitivos que hace miles de años surcaron los cielos de la Tierra.

miércoles, 17 de julio de 2013

Sobre la elección de algunos nombres.

Bautizar los personajes que uno crea, es una de las tareas más cansinas del autor. Sé que hay creadores que no tienen este problema, que se les ocurren las historias con los nombres de los personajes ya puestos. Pero no es el caso de este servidor.
Cuando escribí el "Polizonte del Philadelphia" y me vi en la tesitura de bautizar a mis protagonistas, me fijé en su cultura y sociedad. Son mercenarios de la Confederación de Sistemas Coloniales, en un futuro lejano. Así que supuse que todos eran mestizos, y por lo tanto, mezclé nombres y apellidos de distintos lugares del mundo. Además, al desarrollarse la historia en un futuro muy lejano, he corrompido sus grafías y su gramática.
Por ejemplo, el líder de campo de este comando se llama Blad Aljih, y lo de "Blad" es un homenaje a Vlad el Empalador, el personaje histórico en que se basó Bram Stoker para crear a Drácula, y que un noble de los Cárpatos que ganó fama gracias a sus métodos sanguinarios para mantener lejos a los enemigos musulmanes (de aquí la gracia de que Blad se apellide Aljih).
Luego, en el caso los antagonistas de la Unión Solar, que son todos caucásicos, me incliné por ponerles nombres anglosajones, y en la mayoría de los casos, solamente se mencionan sus apellidos. Y sus nombres suelen ser pequeños homenajes a gente cuya obra me influyó. (Goldsmith, Egan... )
En el caso de las naves espaciales, concretamente la de los protagonistas, eché mano de la mitología nórdica. Así pues, la nave se llama Wagner, su computadora, Freya, y tiene en su hangar principal un caza denominado Valkiria.
Y luego, hay una nave enemiga,  la Dementor que para bautizarla, recorrí a mitologías más actuales...